Nací en Sevilla, soy madre de un niño precioso y él es mi principal motivo por el que decidí adentrarme en el mundo de la asistencia virtual.

Empecé a trabajar con 16 años, mientras lo compaginaba con los estudios. Hasta los 30 fui probando multitud de profesiones que me llenaban más o menos pero que al final me esclavizaban a estar diez horas fuera de casa. Con la maternidad se me iluminó el camino y emprendí con la asistencia virtual.

Fue entonces cuando empecé a encontrarle sentido a todo. Cuando empecé a sentirme realizada con la profesión que estaba desempeñando. Y además me permitía hacerlo sin separarme de mi bebé y sin tener que reducir mi sueldo.

No fue todo un camino de rosas. Emprendí embarazada de 7 meses y conseguí mi primer cliente justo el día que me puse de parto. Suena bonito pero me junté con un menú bueno. La verdad… ¡no pensaba que fuese a ir todo tan rápido!

Aún así, a día de hoy, pienso que decidir emprender como asistente virtual ha sido una de las mejores decisiones de mi vida. 

Después de haber trabajado por cuenta ajena con cargos más y menos importantes, sacarme títulos que quedarían fenomenal algún día colgados en una pared y haber perdido muchos días de mi vida donde ni el 10% de este eran de disfrute propio, la asistencia virtual, sin duda, se lleva a todo esto de calle. 

Hoy, sigo colaborando con empresas dando soporte como Asistente Virtual. Desde 2020 no he dejado de hacerlo. Ni creo que lo vaya a dejar para dedicarme única y exclusivamente a formar a otras asistentes virtuales. Pienso que una buena formadora tiene que estar lo más actualizada posible con la profesión. Cada día las herramientas, los procesos de trabajo, las metodologías… todo se actualiza y pertenecer a grandes equipos de trabajo es lo que marca la diferencia y la calidad del contenido del Programa que ofrezco.